Solo sus ovejas oyen su voz y el las conoce y le siguen.

Mas vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; Y yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dió, mayor que todos es y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Juan 10:26-29

sábado, 6 de agosto de 2011

Sueño de Juan Carlos - APOCALIPSIS 6:12

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Este sueño lo tuve el año 1972, cuando tenía 15 años y estaba cursando la secundaria. Creo que por eso, las imágenes del sueño se desarrollaron en la Escuela en donde estudiaba (en Chile).

“Salíamos con nuestros compañeros al primer recreo de la mañana. Bajamos el segundo piso y cuando estábamos en el corredor para irnos al patio a jugar, comenzó a temblar. Todos corrieron hacia el patio, al interior de la Escuela, alumnos, profesores y curas (era un colegio católico). Yo me quedé en el corredor, afirmado de un barandal, observando cómo se movían las paredes de una propiedad aledaña a la Escuela. No sentía ningún temor.

El sismo iba aumentando su intensidad, y para evitar ser golpeado por el muro que observaba –si éste caía-, caminé hacia la entrada principal de la Escuela, que estaba solo a unos metros. 


Salí hacia la calle –que en aquellos años era una carretera principal en la ciudad-, y cuando estaba parado en la vereda (acera), vi gente que corría desesperada a cualquier lugar, gritando: “¡es el fin del mundo!”, “¡nos vamos a morir!”, “¡Dios perdónanos!”. No entendía por qué estaban tan asustados, si solo era un terremoto, y aunque era largo, ya pasaría.

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Un compañero de clases, salió corriendo a buscarme, para que me entrara a la Escuela y así protegerme de la lluvia de piedras que había comenzado a caer. Preocupado de la gente, no me percaté de que estaban cayendo piedras del cielo, y cuando volví a mirar, estaba parado en medio de la carretera entre las dos pistas.

Los vehículos, perdido el control por el movimiento sísmico, se movían sin dirección alguna. Algunos conductores se bajaban y salían corriendo aterrados.

Vi gente caer a causa del terremoto, otros ser golpeados y aplastados por las piedras, que se hacían cada vez más grandes. Una mujer me tomó del brazo tratando de llevarme a un lugar seguro, mientras gritaba: “escóndase hijo, ¡están cayéndose las estrellas! vas a morir aplastado por una de ellas.” Miré al cielo, el que se había oscurecido por negros y enormes nubarrones, y vi grandes rocas que caían a mí alrededor, pero ninguna me golpeaba, mientras que otras, aplastaban a muchas personas.

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No entendía lo que pasaba. El suelo donde pisaba no se movía, a pesar de que seguía temblando cada vez más fuerte. 

Las rocas y piedras caían por todas partes, pero ninguna me golpeaba. Mi compañero, muy aterrado me gritó: “¡arranca, nos vamos a morir!”, le grité: “¡quédate a mi lado!, no te pasará nada”. No supe por qué dije eso, si en cualquier momento podía caerme una roca encima. 

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El muchacho corrió a mi lado y muy sorprendido me dijo: “¿por qué aquí no está temblando y no llueven piedras?”. “No lo sé”, le respondí. Inmediatamente él apunta hacia el poniente y me dice: “Mira esa luz, parece ser el sol, pero no, es muy brillante para que sea el sol”. “Y es una luz blanca” le dije. “Mira cómo crece. Se está acercando” me dijo.
Mi compañero y yo estábamos absortos mirando esa luz que seguía creciendo, ocupando ya más de un cuarto del arco de visión que teníamos. Más allá de nosotros seguía el terremoto muy fuerte, las viviendas se derrumbaban, mucha gente muerta en el suelo, continuaban cayendo piedras y rocas, y había empezado a llover muy intensamente,… pero a nosotros… nada nos pasaba.

Picture Mi compañero me dijo, con una tranquilidad abismante -pues hace un rato estaba aterrado-:es el fin del mundo, y esa luz es Jesús”. Y mientras seguíamos mirándola, un rayo muy luminoso salió desde su centro. Mi compañero me gritó: “¡cuidado!”, pero no alcancé a reaccionar, ese rayo de luz dio de lleno en mi cuerpo a la altura de mi corazón, y cuando me tocó, sentí una inmensa paz que es imposible describirla con palabras. El golpe fue tan fuerte, que di un brinco y quedé sentado en mi cama, y cuando abrí los ojos tenía un fuerte dolor en mi pecho.” Nada era real, solo había sido un sueño.

Al levantarme, tomé mi Biblia y leí: “Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre;y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte vientoApocalipsis 6:12.

En ese me di cuenta que algo de esto, Dios me había mostrado en el sueño.


Su hermano Juan Carlos

Fuente

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