Solo sus ovejas oyen su voz y el las conoce y le siguen.

Mas vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; Y yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dió, mayor que todos es y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Juan 10:26-29

martes, 24 de mayo de 2011

La violenta explosión contra Israel

El Presidente Obama y el Primer Ministro israelí Binyamin Netanyahu tienen un poderoso y urgente interés común. El Presidente palestino Mahmoud Abbas le dio la espalda, tanto a Israel como a los Estados Unidos y está buscando un acuerdo con el movimiento extremista Hamas y anunció que irá en busca de una declaración del Estado palestino, por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas, en septiembre.
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Editorial de "The Washington Post"

El resultado podría llegar a ser lo que el Ministro de Defensa del Netanyahu llama “un tsunami diplomático” contra Israel y, tal vez, el estallido de otra guerra israelí – palestina. Respecto a Estados Unidos, el voto de Naciones Unidas podría aislarlo en apoyo a Israel, socavar la ambiciosa estrategia que Obama acaba de anunciar para promover la democracia en el mundo árabe y, quizá, el florecimiento árabe en sí mismo.

Ahora, en este preciso momento, los gobiernos de Israel y los Estados Unidos deberían estar trabajando juntos; deberían intentar desactivar la amenaza de Naciones Unidas, persuadir a Abbas de cambiar de dirección y, ante todo, evitar la reanudación de violencia entre israelíes y palestinos. En cambio, el viernes pasado, Obama y Netanyahu, una vez más, mantuvieron un público y pernicioso desacuerdo, gracias a un puñado de palabras adicionadas por Obama a su discurso sobre Medio Oriente, el pasado jueves. La decisión del presidente de aprobar, públicamente, los términos para un acuerdo de paz que aparentaba resultar atractivo a Abbas, por sobre las fuertes objeciones de Netanyahu, tuvo el efecto de distraer la atención de la nueva agenda de Estados Unidos para la región.

La intención de Obama es persuadir a Abbas a que renuncie a su declaración, en Naciones Unidas, y regrese a las negociaciones con Israel. Para hacerlo, aprobó una de las condiciones que los palestinos intentaron establecer para las negociaciones: que se basarán en las fronteras de Israel de 1967, con intercambios de tierras para ubicar grandes asentamientos judíos en la Margen Occidental. No se trata de un gran cambio en la política de Estados Unidos. Los presidentes Bill Clinton y George W. Bush, junto con gobiernos israelíes previos, apoyaron esa propuesta.

Pero Netanyahu aún no suscribió el acuerdo de modo que, la decisión de Obama, de confrontarlo con una aceptación formal de la idea, por parte de los Estados Unidos, con apenas unas pocas horas de advertencia, garantizó una explosión. La desagradable sensación israelí fue exacerbada por el error de Obama de repetir las posturas pasadas de Estados Unidos – en particular, una posición explícita contra el regreso de los refugiados palestinos a Israel.

Obama debería aprender de sus errores diplomáticas del pasado – incluyendo su intento de forzar un congelamiento en los asentamientos judíos en la Margen Occidental – que iniciando un conflicto con Israel, frustrará - en lugar de hacer progresar- las negociaciones de paz. También pudo desestimar aquello que, Netanyahu, llamó “algunas realidades básicas”. El Presidente parece suponer que Abbas está abierto a un acuerdo de paz, a pesar de la creciente evidencia de lo contrario. Y mientras admite que es “muy difícil” esperar que, Israel, “negocie de un modo serio” con un partido – Hamas – que rechaza su existencia, Obama fue impreciso respecto a qué tienen que hacer los palestinos para resolver ese asunto.

El renovado proceso de paz que busca Obama podría, en el mejor de los casos, tener el efecto de frenar la campaña palestina en contra de Israel o, al menos, desproveerla de la mayoría del apoyo europeo. La idea que podría llevar a un acuerdo de paz, bajo el actual liderazgo israelo – palestino - parece algo irreal. A este presidente le gusta retratarse como un pragmático en política exterior. En este caso, el pragmatismo sugeriría que restaurar la confianza con Israel, en lugar de acudir a un presidente palestino sin objetivos, sería la precondición para cualquier proceso diplomático.

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